miércoles, noviembre 29

sin titulo

A guamazo el metro cuadrado!
Que va con un pen house en Santa Fé, una residencia en jardines del pedregal, o una ubicadísima casa en Polanco, les puedo asegurar que en ninguno de los lugares que les acabo de mencionar, el metro cuadrado vale más que en la honorable y siempre formal tribuna de la cámara de diputados.
Ahí donde ha habido memorables frases y personajes, donde hasta los presidentes lloran, las democracias se construyen e incluso, léalo bien, el mismísimo Pancho Cachondo ha declamado esa poesía llamada política.
Me parece fascinante lo que significa ese pequeño lugar significa, porque a decir verdad, la fama que la “pluralidad de opinión” le ha ocasionado, ha creado en mi, una leve e insignificante obsesión por la tribuna. Me pregunto ¿cuantos escalones tiene?, ¿es completamente simétrica?, ¿que hay debajo de ella?: quizá el tesoro de Moctezuma, o los paquetes electorales del 2 de julio pasado, una mente romántica (nótese el fino detalle) diría que está enterrada la igualdad y los sueños de los Mexicanos. Pero yo prefiero ser más urbano, un poco coloquial o hasta vulgar, me quiero imaginar que los trabajadores que la construyeron dejaron unas latas de Coca Cola, tal vez una envoltura de chocorrol, y… ¿porqué no? un condón sin usar. Al escribir esto me despierta una nueva obsesión, por los hombres que la construyeron. Si dios me hubiese dado la oportunidad de ser parte de ellos, o aunque sea, conocer a alguno de ellos, sin dudarlo me lanzaría a un programa de televisión a presumir mi hazaña: ser creador de la tribuna de la cámara de diputados
¿Cómo se vera por debajo ese lugar misterioso?, seguramente será toda una decepción: fea como un coche por abajo, o como un marsupial recién nacido. Perderá toda la formalidad, que los hombres que se paran sobre ella, con sus zapatos lustrosos, sus mancuernillas de regalos navideños, y sus olorosos perfumes/lociones le ocasionan. Aún así, no quiero morir sin haber estado allí. Aunque mi visita sea meramente anecdótica, llevaré mi cámara fotográfica y mi bermuda de turista, tal vez contrate a un guía, al cual no le pondré ni la menor atención. Mi mente sólo se concentrará en recordar aquellas épicas batallas que cuando niño vi por el televisor.
A aquellos hombres, deberían dejar de llamarlos “honorable diputado”, pues me parece muy poco suntuoso, creo justo que reciban el merecimiento por lo que han hecho: No cualquiera se atreve a golpearse con un hombre que piensa diferente a ti. Me gustaría entonces, un nombre más apropiado como: Sir Ricardo Monreal del Toboso, o cosas así que exaltarán su galantería y virilidad. De las mujeres que participaron en la batalla he decidido no opinar, pues creo que debo abusar un poco de mi moral post convencional y creer firmemente que hombres y mujeres son uno mismo.
Por último, me gustaría proponer que se hiciera un casting para elegir a los diputados que peleen. Que se discriminara de acuerdo al peso o la edad y se hicieran varias ligas internas, pues creo que en la tribuna hay suficiente espacio para jerarquizar, al fin y al cabo, la cantidad exorbitante de diputados de convergencia, alternativa, partido verde y esas minorías, en las que casualmente se incluye al poderosísimo PRI, han decididó, en función a su amargura e inadaptación social, no participar en el “festín”.
Llegando al tristísimo final, me encuentro con la inevitable memoria de que son esos hombres quienes deciden el rumbo de mi país, entonces apelo a la necesidad de que nuestros presidentes vengan a ayudarnos a salir de este gran problema.

1 comentario:

  1. Supongo que el circo político siempre será una fuente inagotable de carcajadas.

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