domingo, noviembre 12

Ira (De cómo murió la esperanza VI)

-¡¡¡Muerte, caballo y jinete juntos por fin, muerte, vida, muerte!!! Destruyan los cielos, hermosas criaturas de Satán, destruid y erradicar cada pequeño retazo, por más minusculo que sea. Así mismo quemen y desgarren al monte y al cerro, al bosque y al mar, en especial al mar.

Él creía que su jinete destruía al cielo, la muerte, pero no, el cielo fue destruido por la desesperanza, por la amargura que miraba al cielo y lograba crear en él rayos y lluvia sin fin. Los ángeles ya no derrman miel sobre los campos de trigo, ya no, ni el verde olivo de las costas, ni el oscuro pardo de las montañas. Ya nada queda, ya nada falta.

El payaso me dijo entonces ¿lo ve?, su barco ha naufragado, ha muerto en este mar sofocante y mortal. Encontró muchos bellos tesoros en él, encontró perlas y conchas, pero no encontró lo que buscaba...
Yo, tomando la máscara con sonrisa grotesca y el marfil dañada en las orillas, con los ojos saltones y la casi inexistente nariz, bajé a tierra. ¿Algún día v0lveré a echarme a la mar? No, odio al mar, siempre lo odiaré, pensé que en él encontraría eso que me faltaba. Ahora no se si me falta, no se si en realidad exista. Me hundiré más y más en el oscuro y bello bosque, en donde el frío y la oscuridad me refugien y me salven de tan horrible final.
El payaso me gritó,- queda mucho más mar que recorrer, montañas que escalar ¿se va a rendir?
-En este momento sí, le contesté, avanzando más rápido
-¿Podré seguir acompañandolo?- preguntó
-¿Cómo separarme de tí?, payaso raquítico, hasta que no lo encuentre serás yo y yo seré tú, serás mi muerte, serás mi desesperanza.

¿Y el sol verde olivo y los ángeles que derrmana miel en el espacio marrón y el cielo oscuro que no puedo definir? ¡va! Habrá nuevos marineros, yo lo dejaré a los aventureros, por lo menos hasta que no decida a donde continuar buscando.

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