sábado, diciembre 8

Carta 524

Te escribo esto
en la brevedad de nuestros días.
Bien es sabido que lo nuestro
es como el olvidado rincón
en la mente de un sociópata renombrado.

Me remito a declararte uno de los tantos amores
construyéndote esculturas de polvo
de algún rincón olvidado del mundo
de algún lugar donde murieron gardenias pisoteadas por el mar
donde alguna vez olió a pan recién hecho
y ahora sólo huele a arena y resequedad.

Yo creo en la inmundicia de un recuerdo falso
de un esqueleto viejo en un talego de terciopelo rojo
creo en lo incríble
creo en un lecho eterno hecho de cartón
flotando sobre un río encaramado.

Creo en muchos Dioses
creadores del cielo y de la tierra

(Es por eso que creo en Nosotros,
[ese monstruo inservible,
atadura de aluminio y listón,
impasible pretexto para las soledades paralelas,
ni un tú, ni un yo, sino una argamasa amorfa de ambos]
)

Y creo en la fragilidad de las cosas
en que la fruta se diluye
como el pan en una taza de café hirviendo
y creo en el espacio inservible,
el extenso páramo
dónde habita dócil y sempiterna
una masa amorfa sonriente
revolcándose afanosamente
sucia
sucia
en la inmundicia de su falsedad

Creo en un sólo Dios
que fornicó hasta acuñar el término amor
y ser amado
y que aún hoy vive preguntándose
sobre su significado débil
sobre sus palabras francas
sobre la habitación moribunda
que jamás pudo hallar.

Así es Nosotros
un charco abatido por el viento
un rosal abatido por el sol
una muerte abatida por las ánimas en pena
un cráneo untado con carne
siendo vaciado por hormigas.

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