jueves, agosto 5

Acá entre nos

Tal vez nunca hubo nada. Ni noches en la acera lluviosa. Ni tardes en las ruinas de Cuicuilco. Ni las manos rojas de tanto apretar. Ni lo ojos que se enganchaban. Ni las cursilerías a media tarde.

Démosle tiempo al tiempo me dijo Raúl. El nunca le ha dado tiempo a nada. Corre sin parar como los asnos en la tormenta. Como los ojos de los pervertidos en el metro. Como los arrimones en el pesero.

En realidad no hubo ni tiempo, ni plegaria, ni sazón, ni pimienta. No estuvo ni Raúl, ni los amigos, ni las eras.

Sólo hubo un montón de paja seca. Nos encontramos con un montón de tablas devueltas por el mar. No dimos con la compleja coincidencia de que nuestros lenguajes se parecían marginalmente. Tenía un tono letal y virulento que los alejaba del movimiento de la máquina.

Seamos serios. Seamos como el mar rojo. Seamos solamente.