miércoles, enero 3

Homenaje a Bertolt Brecht (Apéndice A a Justino)

Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.
Bertolt Brecht

Basado en una anécdota de una de la obras de Bertolt (prescindiendo del detalle fidedigno de la obra, de su trama o de su emotividad)...


Se encuentran en el teatro el tercer hijo de Justino, un rico terrateniente de nombre Matín y de cuyo padre solo sabe el nombre, acompañado de una hermosa dama de rubios cabellos de nombre Minerva. Ha empezado el tercer y último acto y ambos se encuentran en las primeras butacas.

(Minerva y Martín se encuentran con los ojos llenos de lágrimas)

Minerva
: No puede ser, pobre mujer con tres hijos y sin nada que comer, apunto de morir en un inhóspito paraje.

Martín
: Es increíble que haya historias tan dramáticas y tristes.

(Minerva se levanta y con un grito ensordecedor brama enérgica al actor)

Minerva
: ¡Pare ya de hacerme sentir mal! ¡Pare ya de hacerme llorar mares y ensuciar mis enceres! ¡Ya no soporto el sufrimiento que usted me muestra aquí!

Martín: Calma Minerva, estás incomodando al público.

(El público se encuentra en silencio anonadado también por el sufrimiento en la escena y aturdido por los gritos de la mujer. El actor toma lentamente una posición erguida y con un gesto amable comienza a hablar.)

Actor: Señora mía esto es una obra de teatro no llore ni se emocione, que usted saldrá esta noche por las grandes puertas de roble, subirá a su carruaje tirado por caballos blancos, le pedirá a alguna de sus sirvientas que la desnude y cubra sus carnes con su camisón amplio y delgado para que usted pueda dormitar apaciblemente, esperando al día siguiente ir a jugar canasta. El sufrimiento está allá afuera señora, allá donde los mendigos claman por piedad y decencia humana. En la fábricas donde explotan a los niños, donde los hombres trabajan sin parar para una sociedad que los aborrece. Imagine, solo imagine el sufrimiento y el dolor.

(La obra continuó sin reparos, y minerva fue a su casa, salió esa noche por las grandes puertas de roble, subió a su carruaje tirado por dos caballos blancos, le pidió a una de sus sirvientas que la desnudara y que después cubriera sus carnes con un camisón amplio y delgado para que ella pudiese dormir apaciblemente, tenía que dormir temprano, a la mañana siguiente tomaría té y galletas con la señora Wellington mientras jugaban canasta.)

Minerva: (A la señora Wellington) Actorcillos de mierda, son groseros y vulgares, no merecen ni que los vayamos a ver.







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