sábado, mayo 1

Lipsio Urbano II

Light on the MountImage by midlander1231 via Flickr

-¿Qué hago? Maldita sea, ¿Qué hago?

-Como la piedra de río, inamovible, virtuosa, fresca.

-Me cago en tu pinche piedra de mierda.

Lipsio sorbía su café lentamente, le encantaba el café, le encantaba beberlo haciendo mucho ruido. La terraza del patio nunca se había visto tan roja como en aquél atardecer. Al fondo se oía Las mulas de moreno y los gritos de la fiesta en la casa de enfrente.

Me miró con sus ojos cafés de mujer fatal. Me dijo que no me preocupara, que los vórtices se cierran tarde o temprano.

-Habría que dejarse ir y estrellarse contra los muros. Desperdigar los sesos hasta convertirse en polvo seco de la comida de ayer. Pero si algo nos dice esta vida, es que la realidad nos da de golpe y los vórtices son sólo el pan de cada día de los locos, los enfermos mentales, los presbíteros pederastas, los hombres-abismo y las mujeres-secreto-impenetrable.

-Mi vida es como la tuya, eso me da mucha tristeza.

Subí el volumen de la canción St. James Infirmary de la Rotterdam Ska-Jazz Foundation. La canción se hizo tan grande que no cabía en el patio. Tuvo que crecer a discreción, como quién se monta en un perro.

-Los perros me gustan mucho.

Cuánto asco me dio ese día.