domingo, febrero 11

un hombre machista

Desde que Maria Magdalena destruyó su bello rostro, con las lágrimas que apagaron su esperanza en la piedad: ni los árboles, la tierra, las flores, el estiércol, el cielo, recientemente el hormigón y el látex han sido testigos de mayor sufrimiento humano como del que en este momento fui testigo. Pues mi alma se fundió junto a la de la pobre mujer que a mi lado mezcló el verbo llorar con el de gritar. Por mucho más que un instante mi respiración se coordinó con la suya, y en un acto de profundo respeto y admiración por su desgracia, ore porque jamás volviese a ocurrir en este mundo o en cualquier otro, tragedia semejante a lo que fuese que hacía llorar a la mujer.
Cuando despertó, no lo podía creer, tenía lo que la gente llama un nudo en la garganta, pero le parecía completamente inverosímil que fuese capaz de orar por alguien más. Pues no era ni sería creyente, pero especialmente le aterraba la idea de sentir piedad por una mujer. Su madre murió antes que pudiera hablar, y a partir de ahí según la psicología, misma con la cual simpatizaba en demasía por su tendencia machista, tenía un gran resentimiento en contra de las mujeres. Según la sociedad es un machista promedio, él en cambio estaba seguro que las mujeres no son mucho más que un simio sexualmente atractivo con dotes de grandeza, como solía llamarlas. Por supuesto que estas ideas le traían problemas de toda índole: hacía unos años en la escuela, recientemente en el trabajo, la calle y hasta en el bar.
Con respecto a su infancia fue criado por su tío, del que aprendió a darse a respetar donde fuera, Nunca lo llevó a la escuela por miedo a que supiera que las golpizas a los hijos no eran normales, idea que al fundirse con lógica elemental, le permitiría deducir que tampoco en sobrinos eran correctas las palizas. Después, cuando cumplió 15 años, su tío murió, y tuvo que encontrar en qué gastar el dinero que había heredado, que aunque no fuera mucho, bien podría vivir unos 10 años sin mover un solo dedo para trabajar. Aún así, decidió gastarlo, y fue la escuela el lugar donde según el, el dinero se iba a ir más rápido junto con su vida, hasta que estuviera en edad de trabajar, y entonces si sufrirle a la vida. Por su puesto que la escuela a donde se inscribió, era una de puros hombres, donde su desprecio por las mujeres comenzó a crecer a raíz una violación que sufrió, de nada más y nada menos que su directora. Los detalles convertirían a esta narración en algo grotesco, así que he decidido omitirlos, para seguir contando lo trágica de su vida escolar, pues cuando sus compañeros se masturbaban pensando en mujeres, el tenía que cambiar esa parte de la adolescencia por flagelarse. Pero no crean que lo hacía con un sentido de castigo como los antiguos, sino tan sólo por el excitante hecho de sentir la sangre que corría por su cuerpo. Por su puesto que nunca tuvo novia, ni siquiera pretendientes, pues a las escasas niñas que conoció, las ahuyentaba con gestos endemoniados totalmente antagónicos al entonces común coqueteo. Para su suerte vivió en una época en que difícilmente una mujer se le acercaría a un hombre, y si el “macho” no tomaba la iniciativa jamás la mujer lo haría; claro que hablar de cosas como bailar raegaetton es más bien inverosímil, al igual que la homosexualidad. Esta última para quienes poco sepan de nuestro personaje, paresia la solución a sus problemas, aunque la verdad es que si se hubiera permitido en aquel tiempo, el comportamiento gay le habría parecido muy femenino hasta en sus más conservadores (si se permite la palabra) y refinados ejemplos. Así sobrevivió en su escuela, con altas y bajas, aunque siempre ignorado por la atención pública.
Cuando su dinero, por eso del doctorado en derecho, se le hubo acabado, renunció de tajo al estudio y encontró un aceptable puesto en alguno de tantos bufetes de la metrópoli. Ganaba lo que diez obreros en un año, tan sólo por atender los escasos juicios que de vez en cuando le llegaban. Con el dinero se compro una casa, dos autos, uno de ellos más grande que el otro para poder salir con su perro, porque el género de una camioneta cualquiera que fuese, le causaba conflictos. Su mascota era un perro por sobre todas las cosas feo, con cara de monstruo de ciencia ficción y cuerpo de luchador, mismo al cual amaba y le entregaba el poco cariño que tenía por alguien más. Uno de tantos días se canso del lugar, y aunque dejo sus pertenencias, parecía que por su mente no estaba el volver. La actitud fue notoria, aunque la verdad es que poco les importaba al resto, quienes decían de todo sobre el machista, y no era de extrañarse que su actitud sembrara chismes y habladas. Entre ellas se encuentra una recordada con angustia, pues un día expulsó de su despacho a una despampánate mujer, con el cabello hecho una obra de arte, negro como la profundidad del espacio. Sus ojos eran poco más claros, casi cruzando la línea del café, bellos los dos por supuesto, aunque a juicio de expertos, su mirada era aún más hermosa que sus ojos. Su piel era más suave que las nubes y fresca como un amanecer en el paraíso. Pero por supuesto que todo esto no fue atendido por el barullo de compañeros, pues su cuerpo, dígase sus nalgas perfectas y sus pechos redondos es lo único que llamó la atención y después decepción, cuando a palabras del vulgarmente conocido como machista, se enteraron que buscaba trabajo como secretaria, y así como entró al despacho, por el mismo camino se retiró bajo la amenaza de “no vuelva por aquí, nadie está interesado en usted”.
Pero ninguna crítica le importaba, porque sabía que sus objetivos, aunque no eran concretos, para el siempre fueron muy claros, el desprecio por la mujer a toda costa. Cuando caminaba por la calle o transitaba con alguno de sus automóviles, jamás le cedía el paso a una dama (este último término lo odiaba con todo el fervor de su corazón pues le parecía respetuoso). Ni siquiera era amable por obedecer lo que su sociedad le exigía, que era un poco de respeto a las mujeres (entiéndase el “un poco” como “muy poco”). De hecho cada en cuando el mismo se encargaba de hacer un derecho fundamental en la sociedad occidental para las mujeres como es el libre tránsito, toda una pesadilla en forma de odisea. Le aventaba el coche a las conductoras, les pitaba sin razón (basándonos en que haya algún pitido racional en las calles). Cuando era de noche, y alcanzaba a distinguir una mujer conduciendo, encendía las luces altas para desubicarlas. Pero lo más penoso (hablando de pena ajena) era cuando veía un choque en el que alguna mujer formaba parte, irremediablemente hacía notar en los implicados una sonrisa en su rostro, acompañado de una sarta de groserías y frases como “las viejas no pueden manejar” o “por eso dios las expulsó del paraíso”. Y aunque algunas veces generaban un poco de risas entre otros que como el pensaban, lo más común era que las mujeres le contestaran tan alto y grosero como les fuera posible. Por su puesto que las mujeres no ponían mucho de su parte, pues no dejaban de maquillarse, peinarse o depilarse mientras manejaban. En la escasa ocasión de que fuera caminado por la calle, por supuesto que evitaba todo contacto visual con las mujeres, y aquellas pocas que al verlo sentían un poco de atracción, porque además era guapo, inmediatamente le perdían la huella al ver como se alejaba tan rápido como le fuera posible de cualquier lugar donde estuviera cerca de mujeres. Caminaba rápido y ansioso, como a quien la prisa lo va persiguiendo. Y está vez no era una excepción, pues después de dejar el despacho, impetuosamente se dirigió al garaje donde guardaba su auto, se subió a el y recorrió la ciudad hasta sus suburbios.
Como ya vimos, poco era el tiempo que pasaba en la calle, pues a los únicos lugares donde tenía que ir era al trabajo y a su casa, pero esta vez, decidió ir a un bar del cual mucho le habían platicado. De este tipo de crisis, el machista ya sabía mucho, y estaba seguro que se debían a su soledad, tomaban lugar de vez en cuando, pero siempre se controlaban con un buen sueño y descanso. Pero tal vez su cuerpo ya había hecho resistencia al medicamento, y estaba seguro que ningún sueño lo iba a ayudar entonces. Decidió como ya saben escapar de la rutina, y cuando entró al bar se creyó observado, aunque la verdad es que sólo en una mesa notaron su presencia. Se dirigió a la barra como en la televisión había visto que se entra a los bares y pidió, a palabras suyas “lo que fuese”. El cantinero no sintió ni por lo menos ofuscación, pues reacciones así conocía al por mayor gracias a su oficio, así que sin decir alguna palabra le sirvió “lo que fuese”. Así tomo el primer trago, intentado no voltear a ningún lado, y concentrarse en su egocéntrica existencia, después de ese trago vino otro, mismo en el que decidió detenerse por miedo a sentirse “borracho”. Y cuando parecía que en aquella visita no iba a pasar absolutamente nada, y tan sólo sería una copia de su vida extrapolada a un bar, un hombre lleno de canas en la barba, el bigote y la cabeza se sentó junto a él y le dijo “hola soy tu padre” con la mirada. El machista, después de entender a la perfección el mensaje que le acababan de transmitir, prestó un poco más de atención que la usual a cualquier persona en su padre y espero que le dijera algo más. Por su parte, el padre de aquel machista al ver que su hijo estaba conectado al mismo canal, decidió continuar, pero esta vez con las palabras:
Padre- Me da gusto que me hayas entendido, pero sobre todo que por fin estés aquí. La finalidad de esto último es que conozcas un poco más sobre tu pasado, sobre mi, pero sobre todo de tu madre.
Hijo machista- Lo siento, pero no estoy dispuesto a querer saber nada sobre mi historia, sobre ti, y mucho menos sobre mi madre. Se prepara para levantarse y huir.
Padre- Lo detiene con la mirada. Supuse que esta sería tu reacción, por eso es que he traído esto… Saca una pistola y su hijo se paraliza. Espero no te moleste, ahora, tu madre era una gran mujer, con toda una vida por delante, pues fue educada para sobresalir en el mundo y cambiar muchas cosas, desgraciadamente, se topó conmigo, un hombre que a decir verdad le arruiné la vida, a pesar que ambos nos amábamos como sólo el mundo entero ama a Dios. Y digo le arruine la vida, por algo muy simple, y que fácilmente un hombre de tu edad puede entender, porque la embaracé. Yo por mi parte llevó toda mi vida en este bar, algunos bromistas dicen que nací aquí, y la verdad es que he comenzado a creerles, pues no me recuerdo fuera de estas paredes alcoholizadas de recuerdos. Pero lo más importante, no soy, yo, sino por el contrario tu pasado, que en buena medida es tu madre. Saca una fotografía. Ella es tu madre…
El machista se da cuenta que es la misma mujer que en su sueño vio llorar a cantaros, y por la que recuerda haber sentido piedad. En el instante palidece, y busca una explicación en los ojos de su padre, quién inmediatamente apaga cualquier pedazo de duda que le quedara al machista respecto a la identidad de la mujer de sus sueños.
Padre- Si hijo, tu ya conocías a la mujer que fue tu madre, y a quien le debes la vida. Pues ella decidió arruinar su prometedor futuro en el mundo de los negocios por cuidar de ti y de mí, y poder formar una familia. Desgraciadamente no pudo ser así, y tu madre murió días después de tu nacimiento, pues al nacer tú, encontraron una enfermedad en su cuerpo que inevitablemente la mataría.
Hijo machista- ¿Entonces la imagen que tengo de ella llorando, es cuando se enteró de aquella enfermedad misteriosa?
Padre- En realidad no, aquella imagen en la que llora como María Magdalena es precisamente el día de la anunciación de tu nacimiento.
FIN

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