lunes, febrero 26

Gelatina

- Te digo que es el estrrresss
- Está bien, digamos es el estrrresss. Pero yo no creo que se hubieran accidentado sin que lo hubieran querido.
- ¿Acaso es necesario querer accidentarse para que suceda?
- No, pero creo que este joven en verdad lo quería

Así, con una conversación como inicio de la historia, el Sujeto 1 y el Sujeto 2 discutían. Se encontraban en una sala de espera de un hospital: tránquila pero inhóspita. Había dos o tres lámparas, cuatro sillas -dos de ellas ya ocupadas- y cuatro paredes con una textura de pimienta. Predominaba el color Amarillo Pera, el cual es el color que uno ve cuando entra a un cuarto de color Amarillo Pera, y tiene la sensación de ya haber soñado con él. Por su parte, los dos Sujetos vestían de traje negro, con corbatas de colores y olores neutros, y tenían cada uno en su haber una libreta y un bolígrafo de tinta azul congruentes con su elegancia.

- Lo que no entiendo es qué le diremos a sus compañeros alumnos. - dijo el Sujeto 1.
- Todavía no muere, podrá comunicarse con ellos.
- Pero ha perdido toda tecnología de comunicación, según nos dicen.
- Cierto. Como sea, no podemos donarle una computadora, hay que hacer lo menos posible por ese tipo de personas.
- Lo bueno es que ya no tiene familia a la que podamos dañar. Hay que decírselo directamente y sin rodeos: 'Te expulsaremos de La Institución porque tu nuevo aspecto no nos es útil ni agradable a la vista. Lo sentimos'
- A veces dudo un poco de nuestro pensamiento. Pero no, en verdad tenemos razón, hay que sacar a la gente que afecta la esteticidad del mundo del mundo. Es como cuando una pobre anciana pobre te pide 50 centavos para ayudarla, y mejor le das cinco pesos para que se vaya del lugar.
- Pues sí...

El Sujeto 2 entonces sacó del bolsillo interior de su saco un apestoso emparedado hecho por su esposa, y lo empezó a comer y disfrutar. El Sujeto 1 pensó que deberían prohibirse en el hospital los apestosos emparedados que algunas esposas preparan, 'ya que afectan el orden y la limpieza'. Mientras eso pensaba, de su bolsillo izquierdo frontal del pantalón sacó unos cigarrillos y empezó a fumar.
Por un Rato estuvieron los Sujetos disfrutando de lo que percibían sus sentidos. Cuando acabó ese Rato, llegó una señora o señorita de varios años de edad. Portaba una charola que imitaba a la madera, vestía un vestido café con figuras rojas, y tenía un frondoso cabello castaño y japonés.

- ¿No quieren un filete empanizado acompañado con limón y decorado con brócoli y frijol, señores?
- ¿Quién se cree usted, una aeromoza? - Replicó enojado el Sujeto 2 - Estamos en un hospital, mujer, y aquí no se da esa clase de servicio.
- Pero... - la mujer fue interrumpida por el Sujeto 1 así como siempre son interrumpidas las personas cuando son interrumpidas al empezar a decir una estructura lingüística empezada con el vocablo pero:
- No mujer, usted no merece estar aquí con nosotros: los Dueños, Directores y Jefes de La Institución. Mejor avísenos cuando podamos entrar a ver al joven, o a lo que queda de él.

La mujer se retiró mientras murmuraba que los Señores no merecían vivir porque le iban a quitar al joven lo poco que lo mantenía vivo: su estancia en La Institución. Cerró estruendosamente una puerta que los Sujetos no habían notado, y entonces notaron una puerta con un número dorado impreso, una puerta que habían notado tampoco. Se voltearon mutuamente a ver, y se limpiaron las manos y la boca -no mutuamente- con un pañuelo que obtuvieron de su cartera, la cual obtuvieron de la bolsa derecha trasera de su pantalón, el cual obtuvieron en una tienda de alto prestigio. Se pusieron de pie en verdad rápidamente, tan rápido como la muerte de un anciano que se muere. Caminaron a la puerta con el número dorado impreso, se taparon la boca con un tapabocas, y entraron.
Un grotesco espectáculo los esperaba detrás. Había dentro del pequeño cuarto, una cama metálica con sábanas que deberían ser blancas. Las paredes y todo el espacio dentro de la habitación estaban tapizados de manchas rojas de sangre y de manchas verdes y moradas de otros fluídos humanos. Era como asistir a una función de un Show de Luz y Sonido, con inesperados reflejos de colores y extraños ruidos generados por los burbujeos y la escurrición de los líquidos. De pronto, un grito horrísono sobresaltó a los Sujetos:

- ¡Estoy gritando horrísonamente! ¡Ustedes deben morir!

Los Sujetos voltearon sorprendidos para encontrarse con una horrible aberración humana - porque después de verla, podía hablarse de la existencia de bellas aberraciones humanas. Lo que antes había sido un no-deforme joven, ahora se levantaba frente a ellos como un ser con el cuerpo hinchado, cortadas sangrantes en las manos, y una cara con la descripción sin la dignidad necesaria para ser mencionada aquí. Portaba la sencilla ropa que un paciente internado de hospital porta, con la novedad de que tenía interesantes coloraciones causadas por los tintes naturales expulsados de su casi-sin-derecho-a-llamarse-cuerpo cuerpo. Después de unos momentos de conmoción, el Sujeto 2 habló:

- Nosotros no tenemos la culpa de lo que le pasó a tí y a tu familia. Sólo vamos a expulsarte de La Institucón para que no dañes las no-dañadas mentes de los que viven ahí. Mejor consíganse un psicólogo familiar para salir adelante
- Pero Sujeto 2, - interrumpió el Sujeto 1 - ¿no recuerdas? Su familia murió en el accidente...
- ¡Ustedes despreciaron a mi mamá! - Gritó el joven
- ¿Despreciamos a tu madre? - al unísono sorprendidos respondieron los sujetos
- ¡Sí, sí y sí!
- Pero tu madre está muerta... esa señora que nos ofreció de comer no era ella...
- ¡No, pero ahora mi mamá yace realmente muerta en el contenedor de basura orgánica! ¡Su último deseo era ser comida en forma de filete empanizado, acompañado con limón y decorado con brócoli y frijol! La despreciaron... ¡y tendrán que morir!

Con una sonora respiración el joven dio un paso en un esfuerzo aerobio. Muriéndose, dio otro paso, en un extenuante esfuerzo anaerobio. Sin poder controlar sus signos vitales, cayó muerto estruendosamente, enriqueciendo el espectáculo barroco de colores. Sin decir palabra, los hombres se miraron, y salieron del cuarto.

- Nada más se puede hacer, Sujeto 2
- Nada más se puede hacer, Sujeto 1.

Caminaron por un tiempo hacia la salida del hospital. Llegaron, era enorme. Ahí, descubrieron que se hayaban en una Carpa Gigante Voladora que volaba por un hermoso cielo estrellado en el bosque. Una hermosa voz robótica con un acento femeninísimo dijo entonces:

- Nos encontramos en una Carpa Gigante Voladora volando por un hermoso cielo estrellado en el bosque. Se les pide a los Sujetos que no se preocupen, ya que llegaremos sin complicaciones al Infierno. Se les avisa también, que no podrán recurrir a un Genio para pedirle tres deseos.
Ni dos.
Ni uno.-

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