martes, febrero 3

An abismus of vendetta

I
Mi tripas chorreaban por la pared agridulce esa noche en la Roma, del Péndulo brotaban intelectuales mexicanos, desde los Twilight hasta los Eclipse. A mi no me importaban las meseras del Angus, ni la zorra que me cambiaba unos pezones erectos por unos billetes de a mil. Yo no soy un hombre bucowskiano, ni ondero, a mi las noches de drogas y poesía me intimidan, el tabaco me da asco y el alcohol me causa estragos terribles. A veces fumo buena yerba, pero no para olvidar, ni para vivir aferrado a la insoportable vida, ni para apoyar la muerte de soldados de las fuerzas armadas, nada más porque sí, porque uno se siente soñado. Porque ni el facebook ni el hi5 te llenan tanto, porque ni ver a la otaku de la antiguedad y espiarla enfermamente, babeando sobre la imagen de su cuerpo tirado en el suelo, medio muerto, medio apagado, me abre tanto la cabeza.

[Espacio reservado para un retazo de la letra de una canción en inglés escrita en cursivas (está de moda en la literatura)]

II
Me traes sin cuidado, ni tu altura casi escandinava, ni tus ojos sirénico-acidulzados. Ni el gazapo cararrico que te carga en su navelujo, a mi me tiene sin cuidado, yo me estrello contra un blog mientras el Spleen me toma desprevenida y depravadamente por detrás, y nos meneamos juntos, al compás de una chilena.

III
Mi vida transucurría entre 5 de mayo y 16 de septiempre, en una tarde absolugris y belicosa de enero. Los policías a cada 10 metros planificaban un leviatán sin cabeza visible, una megamagnamarcha temible que había dejado tullida a la ciudad por horas y, llenas de grasa sus arterias, se disponía a un infarto menstrual. ¿El neoliberalismo también mueve masas? Basta con entrar al metro, uno se vuelve un minúsculo legajo de una gran masa abrupta de sulores y quemidos. Yo bebía un café del seven eleven, mis rojas mejillas, altivas como nalgas rosadas, chocaban con el aliento gélido del asfalto y las coladeras. La iglesia de San Francisco perecía, rebosante de lisiados y mendigos.

IV
Mis globos oculares me permitían volar más allá de lo visible. Yo no se si fue una ilusión el verte, o mero acto de drogadicción. A mi me fascinan las estatuas de mármol, densas como el mercurio, mortales como el cromo. Lástima, cuando tu cabeza estalló sobre el pupitre se terminó nuestra larga cacería de muertos. Ese aire estreñidor, de aroma a basura y perfumes caros, ya no será el mismo. Ni vomitaré sobre los inodoros llenos de cal y pelusa, ni tendré que gritar por las hendiduras de la madera. Lástima, desde que vi tus sesos repartidos por el suelo de plástico polvoso no he dejado de desearte. Sin tí, revolcarme en la porquería como los cerdos en verano será una actividad menos repulsiva, me acuerdo de cuando sentía punzar mis testículos de solo pensarlo. ¿Qué más me queda? Sin tí, el color de los vestidos de temporada se me hará la más dulce avant garde de la vie misme, el facebook será el libro de mis recuerdos y este blog se llenará de amor y de ponies salvajes recorriendo la pradera. Sin tí, sin tí, empiezan a haber cosas, que no deberían pensarse.

V
Siempre he querido dar vueltas en îlle de France, me imagino que te encontraré allí, en un cementerio abandonado, montada en un lujoso auto, bajo ese sol más amarillo que todos los amarillos jamás juntados. Una gota de tu sudor,
una
pálida
gota
de
tu
sudor
entrando
al
abismo
de
tu
senos
Con una sola basta para tumbarlo todo y recomenzar. Muchos te imaginarán como la Mona Lisa, yo prefiero imaginarte como la encuerada de Avándaro. Eres para mí, más que la cabeza de Santa Teresa en pleno orgasmo cósmico-celestial-divino, más que unas bragas al aire, eres para mí más mía que mi masa cerebral.

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